Estamos enfrentando un ciclo de cambios estructurales que inciden en el ejercicio de la actividad inmobiliaria. Al nuevo código civil – que presenta nuevas figuras jurídicas – se deben considerar las implicancias de las reformas que promueve el gobierno nacional que alcanzan a los regímenes impositivos; económicos-financieros; educativos; jubilatorios. Que si bien aún deben ser promulgadas por el Poder Legislativo, modificarán las vigentes. A ello hay que incorporar el lanzamiento de líneas de créditos hipotecarios, con una diversidad de variantes, originando la necesidad de estar actualizado para enfrentar mayor cantidad de consultas y tomar decisiones acertadas.
Y más recientemente debemos incluir las nuevas normas sobre el régimen de alquileres, que modifica sustancialmente el rol del inmobiliario en estas circunstancias.
Mientras tanto, en la sociedad se manifiestan otras preferencias o prioridades. El modernismo la pone frente a nuevas decisiones: habitacionales; tiempo del ocio; inversión vs. ahorro; factores ecológicos; elementos de comunicación; cuidado de la salud; proyección laboral/profesional.
Pareciera que la experiencia, el conocimiento, la facilidad de comunicación, aparecen como insuficientes para un aceptable desempeño. Las mentes de obra reemplazan a las manos de obra.
De este modo, el sector inmobiliario ingresa en ciclo de gestión con una dinámica que exigirá estar altamente preparados.
Todo se complejiza. Todo se modifica.
Será momento entonces de apelar a la asociatividad?
Aquella que se encuentra en las Cámaras y Colegios con sus asociados, brindándoles asesoramiento y – en información interpares – mayor conocimiento por experiencias.
O la que permite ampliar el ofrecimiento en el mercado de demanda, mediante el sistema de redes inmobiliarias.
O la que emplean las empresas internacionales con el objetivo de ganar mercados; optimizar rentabilidad o beneficiar a consumidores/usuarios.
La asociatividad, sin dejar de lado la autonomía de las empresas participantes, posibilita la resolución de problemas comunes tales como: aprovechamiento de energías; reducción de costos; facilita el acceso a la tecnología; mejora del posicionamiento en los mercados; posibilita el acceso a mercados de mayor envergadura; optimiza la capacitación de los recursos humanos; incrementa la productividad; permite acceder a recursos materiales y humanos especializados; abre al desarrollo de economías de escala; amplía la disponibilidad de información; permite la captación de recursos financieros; mejora la posición frente a los standares de calidad; otorga ventajas competitivas; mejora las posibilidades de negociación con clientes y proveedores, entre otras.
En definitiva, asociatividad es un estilo de gestión empresaria altamente ventajoso que obliga al renunciamiento de los “personalismos” y a una apertura mental constante.
Por Prof. Jorge Aurelio Alonso