Hasta no hace demasiado tiempo un signo del grado de evolución de un país o de una región estaba brindado por el mayor consumo de energía eléctrica y atento a que el acceso a la energía es una de las variables de mayor relevancia al momento de medir la calidad de vida de una población, esto sigue siendo así en un mundo que ha multiplicado los avances tecnológicos.

En efecto, hoy existe una elevada correlación entre el consumo de energía eléctrica de un país y el grado de desarrollo humano e industrialización alcanzado por el mismo. Al respecto, Argentina ocupó en el año 2020 pasado la posición número 30 en el ranking mundial de consumo anual (121.764 GWh) y el tercero de Latinoamérica. En tanto, para el mismo año alcanzó un consumo per cápita anual de 2.683 KWh, mientras EEUU tuvo un consumo de 11.842 KWh, Alemania 6.445 KWh y Brasil 2.396 KWh, entre otros datos comparativos. 

Más aún, por el creciente incremento del consumo de energía eléctrica en el hogar, denominado por Alvin Toffler como el “hogar electrónico”, quien al respecto señalaba a fin de los años 70’, “la lucha cotidiana por la existencia … todo ello se hallaba ligado al hogar y a la tierra por un millar de invisibles cadenas, Pero esas cadenas no tardaron en saltar en pedazos tan pronto como apareció un nuevo sistema de producción”[1].

A lo mencionado por este autor, hoy se agregan las significativas mejoras tecnológicas de la última década y más recientemente las consecuencias de la Pandemia del Covid-19 y sus diferentes olas acaecidas en distintas latitudes del planeta, acelerando el proceso del trabajo en el hogar, y por ende de un mayor consumo de energía, particularmente la eléctrica; cuyo modo de comunicación del mencionado hogar y la conectividad con el mundo exterior de sus integrantes está dominada por la tecnología, fenómeno al que denomino como el nuevo “hogar digital”, en donde su  funcionamiento está muy ligado al uso de una multiplicidad de artefactos de línea blanca, como el de productos y servicios electrónicos.

Sin embargo, hasta la aparición de la problemática del cambio climático no se pensaba sobre el origen de la energía que daba vida al funcionamiento de una vivienda. En cambio, hoy es relevante saber cómo es la composición de  la matriz energética del país y a partir de ella conocer la “huella de carbono inmobiliaria”[2] del “hogar digital”, definiendo a aquella como el grado de impacto de una vivienda al medio ambiente medidos en términos de dióxido de carbono (CO2). Siendo un impacto que está dado por el volumen de consumo de las diferentes fuentes de energía existentes en el hogar, en donde la energía eléctrica tiene una participación equivalente a aproximadamente al 91% de los consumos energéticos del hogar, medido en los términos de impactos señalados.

Esto quiere decir, el impacto que producen las viviendas al medio ambiente está relacionado principalmente por el consumo de energía eléctrica del hogar, claro está en forma indirecta; en donde el impacto directo de esta se producirá en el lugar o sitio en donde se transforma la fuente de energía primaria en electricidad, dependiendo de cuál sea la fuente de producción.

Por ello, la relevancia de la comprensión de no solo la conformación de la matriz energética del país, sino también, de la forma en la que se producirá la transición y en tanto cómo se realizará de aquí en más la conversión del sistema de producción de energía eléctrica que aún mantiene un peso significativo en la quema de combustibles fósiles, a uno de mayor consumo de energías renovables, cuyo impacto de estas últimas al medio ambiente medido en términos de emisiones de CO2 tienden a cero; dado los compromisos internacionales asumidos por Argentina para mitigar los efectos del cambio climático a nivel mundial. En donde, la vivienda y el “hogar digital” también tienen un peso relevante en la vida cotidiana de los ciudadanos y en consecuencia su influencia en el medio ambiente a través del mayor consumo de energía eléctrica.

La matriz energética del país

En orden a lo señalado podemos visualizar que nuestra matriz productiva energética esencialmente está representada por casi un 60% de generación de energía térmica mediante la quema de combustibles fósiles, en tanto la generación de energías renovables últimamente han alcanzado un crecimiento significativo, con una participación de 14% al mes de noviembre de 2021.  Como dato comparativo podemos mencionar que Alemania alcanzó durante el año 2020 a una participación total de las energías renovables equivalentes a un 50,5%, de las cuales el 27% perteneció a la energía eólica y el 10,5% a la solar, siendo uno de los países del mundo que más avanzó en la transición de su matriz energética y en estos últimos días, tres de sus centrales atómicas se cerraron dando así inicio al plan de abandono de esta energía y su reemplazo por energías renovables.


[1] Alvin Toffler, La Tercera Ola, página 125.

[2] Ahorro e Impacto Económico de la Construcción Sustentable en Argentina, Juan Carlos Franceschini, Cdi Consultora, Diciembre de 2012. Argentina Green Building Council.

Si bien a nivel local en los últimos años se alcanzó a un crecimiento relevante de la generación de energía eólica y solar, aún falta mucho por hacer en el proceso de transición a la producción de una energía eléctrica más limpia.

En efecto, a nivel nacional desde el año 2005 se estableció el Régimen de Fomento para el Uso de Fuentes Renovables de Energía Destinada a la Producción de Energía Eléctrica, sancionado por la Ley N° 26.190 y modificado y ampliado por la Ley N° 27.191, que previó se incremente la participación de las fuentes renovables de energía en la matriz eléctrica hasta alcanzar un 8% de los consumos anuales totales al 31 de diciembre de 2017, aumentando dicha participación porcentual de forma progresiva hasta alcanzar un 20% al 31 de diciembre de 2025.

A las mencionadas disposiciones siguió el Plan Renovar implementado durante el año 2016, en donde a pesar del fuerte impulso inicial para la inversión en las energías renovables, muchos proyectos están paralizados por falta de financiamiento, problemas de diseño y otros inconvenientes. Situación que recientemente derivó en una disposición de la Secretaría de Energía (Resolución 1260/2021) por medio de la cual se trata de ordenar la circunstancia señalada, en donde se estima que un 40% de los contratos firmados no podrán llevarse a cabo porque no cumplen con algunos requisitos inicialmente formulados, buscando que la asignación de transporte eléctrico sea volcada hacia otras empresas que tienen inversiones en pleno movimiento y se encuentran en proceso de inversión.

Por otra parte, las energías renovables continúan ganando espacio en el resto del mundo, sumando eficiencias y bajando costos. En cuyo contexto nuestro país tiene inmejorables condiciones principalmente para el desarrollo de la energía eólica, dada las excelentes condiciones naturales y gracias a la gratuidad de los potentes vientos que normalmente surcan el sur argentino.

Recientemente se han conocido dos nuevas inversiones en energías renovables de empresas que marcan el rumbo nacional, sobre todo por el cariz de quienes lo llevan adelante, formando parte de los actores principales del mercado de explotación hidrocarburífero. Uno de los casos es el de YPF Luz, quien compartió la inversión con General Electric, produciendo el 100% de electricidad en el parque eólico Los Teros, en Azul, por medio del cual se abastecerá de energía a grandes clientes industriales a través del Mercado a Término de Energías Renovables (MATER), con una capacidad de producir 838 GWh por año.

Además, la mencionada empresa en diciembre de 2021 puso en marcha el parque eólico Cañadón León, ubicado en Santa Cruz, que comprende 29 aerogeneradores quien proveerá de energía a CAMMESA y el mercado MATER señalado.

La segunda noticia relevante está dada por el ingreso del Grupo Techint al negocio de la energía eólica, a través de Tecpetrol, quien compró el parque Buena Ventura, que se desarrolla en González Chávez, Provincia de Buenos Aires, por la empresa alemana ABO Wind, dedicada al desarrollo y construcción de parques de energía eólica para venderlos “llave en mano”, cuya inversión permitirá generar 105 (Mw) de electricidad.

Cómo se distribuye el consumo de energía eléctrica

Para culminar de comprender el volumen de impacto de las viviendas al medio ambiente, a través de la “huella de carbono inmobiliaria”, es menester desarrollar cómo se comporta la demanda de energía eléctrica a nivel nacional, a la que podemos clasificar en consumos chicos, consumos intermedios y los grandes consumos.

Los consumos chicos están representados por aquellos de carácter residencial, cuya demanda está ligada en menor o mayor medida al comportamiento de la temperatura de las diferentes zonas del país y de las estaciones del año, como veremos en el gráfico siguiente esta demanda representa aproximadamente el 43% del total del mercado de consumo eléctrico.

El segundo estrato de consumo, está dado por los intermedios representados por comercios e industrias chicas, con consumos inferiores a 300 KWh. (28%) y los GUMEs (grandes usuarios) de consumos intermedios, con un 4% de participación.

Por último, los grandes consumos, representados por las grandes industrias cuya demanda está muy vinculada con la actividad económica y no tanto con el comportamiento de la temperatura de la zona, en donde por un lado observamos los GUMAs (grandes usuarios) que contratan la energía en forma directa con las empresas generadoras (15%) y los consumos no residenciales mayores a 300 KWh con una participación de 10%.

En donde, podríamos resumir al consumo de energía eléctrica en el país, distribuido en un 43% de carácter residencial, un 31% con destino comercial y un 25% industrial. Como podemos apreciar, la mayor participación en el consumo está concentrado en las viviendas y en consecuencia es uno de los sectores que más contribuye a la generación de emisiones CO2, visto desde el consumo de energía eléctrica a través del impacto indirecto, tal como hemos señalado antes.

En conclusión, por una parte, la mayor participación del consumo de energía eléctrica residencial (43%), quien probablemente se acrecentará en el futuro derivado del nuevo “hogar digital” y su impacto indirecto en el medio ambiente, conduce a la necesidad de poner el foco en el ahorro de energía a través de tender a una edificación con aplicación efectiva de los conceptos de construcción eficiente en términos energéticos, ya sea por medio del diseño de una arquitectura más eficiente y el uso de materiales e insumos de la construcción que tiendan a un mayor ahorro en el consumo de energía eléctrica.

Y, por la otra, la concreción de un mayor aumento de la participación en la generación de energía eléctrica a partir de fuentes renovables, ello significará una paulatina disminución del factor de conversión de producción de energía eléctrica y su impacto en las emisiones de CO2. En efecto, este indicador durante el año 2015 se encontró en 0,53 tCO2/MWh, mientras en noviembre de 2021 esta ratio se ubicó en 0,46 tCO2/MWh, mostrando de esta manera una reducción del impacto al medio ambiente de la generación de energía eléctrica con un menor volumen de emisiones, dado el reciente aumento de participación de las energías renovables, acontecido en los dos últimos años.

Ergo, cuanto mayor sea la participación de la producción de energía eléctrica renovable el indicador señalado será menor y por vía indirecta se estará alcanzando un menor impacto del sector residencial en el medio ambiente, pudiendo de esta manera lograr una reducción considerable de la “huella de carbono inmobiliaria” de las viviendas.

Si bien, es necesario que nuestro país logre rentabilizar el reservorio de Vaca Muerta, mediante una explotación que minimice el impacto al medio ambiente de las emisiones de gases GEI, a la vez, será imprescindible trabajar en una transición que nos posicione en el liderazgo del aprovechamiento de las energías renovables. En el primer caso por el ingreso de divisas por exportaciones que ello puede significar, y en el segundo, por el ahorro que representa para las cuentas nacionales la inversión en las renovables.

En el ámbito nacional y provincial, se debería elevar la vara aún más alta, tal como hicieron algunos países que hemos señalado, como modelo de comparación, particularmente los europeos. Nuestra tierra no puede esperar, el camino es la inversión en las energías renovables, la lucha contra el cambio climático es gigante; pero todo empieza por casa, el “hogar digital” y por las decisiones que en esa dirección se adopten en nuestro país.

Autor: MDI Dr. Juan Carlos Franceschini

Director Máster MDI Argentina y Escuela EIA (CIA)